martes, 24 de agosto de 2010

Las vacaciones con Chencho

Chencho es un solete de hombre. Este verano ha querido dedicar sus vacaciones a cuidar de dos semiadultos retrasados y se los ha llevado a Alemania, el país de la cerveza y las salchichas. Todos han quedado muy satisfechos con el viaje y en principio no deberían sufrir más efectos secundarios de los que ya arrastran. Cuando vuelvan al cole contarán a sus compañeros lo bien que lo pasaron compartiendo habitación con coreanos en desarrollo y teutones inocentes.


Durante los días con Chencho, los idiotas aprendieron un montón de cosas:

En Alemania la gente gusta de llevar a su perrete a todos los sitios, por dentro de las tiendas y eso, pero para no acumular mierda por sus calles han diseñado unas señales bastante gráficas con las que no queda lugar a duda: Prohibido echar más de tres pelotillas por defecación.



Como los idiotas son muy de tocarlo todo y romperlo, Chencho intentaba que no pisasen tiendas con este cartel a cambio de una cerveza y diez minutitos más de sueño cuando sonaba el despertador.


Con el objetivo de inculcarles cierto barniz cultural, les explicaba todos los murales aunque no acabasen de entenderlos muy bien y se lo tomasen a guasa.


Si se cansaba, pues les dejaba utilizar una audioguía siempre que fuesen gratis.


Si se portaban bien, les dejaba beber mostaza con un poco de bratwurst.


A veces Chencho permitía que los idiotas llamasen a cobro revertido para contar a su familia lo bien que lo estaban pasando.


También les llevó a jugar con los Lego, aunque nunca consiguiesen encajar dos piezas.


A pesar de que Chencho intentaba que pagasen su ticket para montar en metro, los idiotas se negaban a comprarlo y se tiraban todos los viajes sobeteando los asientos.


También se llevó a los idiotas de compras, a ver si amortizaba un poco el viaje dejándoles un ratito tirados en algún semáforo.



Y claro, con tanto ir y venir a los idiotas les salían pupas en los piés.


Pero no hay problema, ellos siguieron haciendo lo que estaba en sus manos para que todo el mundo se diese cuenta de que, efectivamente, eran gilipollas.



Al final todo salió muy bien y Chencho volvió con los dos idiotas más salvos que sanos. El problema es que al pobre hombre se le ha terminado pegando la tontuna, por lo que el año que viene los tres deberán incorporar a un cuarto elemento que cuide de ellos.