lunes, 12 de octubre de 2009

Con nocturnidad

Yo nunca le he dicho a un portero que quiera entrar a su garito con zapatillas. El pobre Dani Martín, seguramente, fue lo último que soltó antes de llevarse el par de hostias que ahora le provoca su peculiar forma de hablar. “¿Estás en lista?”, me han preguntado en muchas ocasiones. Y no merece la pena ni contestar porque lo único que se me ocurre es darme la vuelta y preguntar a mis acompañantes cuál es el siguiente destino.

Mis dificultades para acceder al mundo de la noche y el trato con los "puertas" comenzaron ya en mi más tierna adolescencia cuando mis compañeros de patio empezaron a sentirse atraídos por el mundo del gariteo. Yo retrasé mi entrada al máximo, pero para no seguir torturándome con Noche de Fiesta, acabé lanzándome a un pozo del que aún no he salido pero en el que cada poco me recuerdan que tampoco he terminado de entrar.

Las zapatillas, la edad, el pelo, el abrigo, fiesta privada, cierre inminente… han sido junto con lo de la puta lista las excusas más empleadas para impedirme el acceso a un montón de bares. Sin embargo, como desde hace una temporada los locales que me reciben no son muy exigentes en ningún aspecto, mi relación con los gorilas ha mejorado un montón. Tendría que remontarme a mediados de agosto, cuando los porteros malagueños impedían mi entrada a sus locales, para señalar mi último encontronazo con el gremio. Y esto fue porque, o no les salía de las pelotas directamente, o me decían que con pantalón corto y los calcetines estirados hasta la rodilla no entraba. Naturalmente, la segunda causa estaba estrechamente relacionada con una clara intención de hacer el indio.

De este modo, la gran reducción de trato con los porteros ha ido mejorando tanto nuestra relación que hasta he llegado a pensar que algunos son personas normales y no robots. El viernes pasado, por ejemplo, nos echamos unas risas cuando esperando la cola un gorila nos preguntó si alguno sabía hablar inglés. Ante nuestro desconcierto el hombre se explicó: “Es para que mandéis a tomar por culo a estos dos guiris que me están dando el coñazo desde hace ya un buen rato”. Todos estuvimos de acuerdo en que aquellas palabras le habían humanizado.

Sin embargo, como la realidad es muy diferente, ayer fue un portero el que me mandó directo a casa y me recordó la pasta de la que están hechos estos sujetos. Realmente, no me apetecía entrar al bar que nos esperaba, pero como tenía ganas de estar un rato más con mis amiguetes, ya me había hecho a la idea y me arrastraba hacia ése agujero oscuro de la zona de Huertas llamado Samsara, Sánsara o Sarasa. Lo peculiar esta vez fue que aunque el gorila me permitió el acceso, cuando iba a cruzar la puerta el tipo me sugirió que la próxima vez para pudrirme en su antro de mala muerte debía de llegar con las zapatillas limpias. Con esto, pensando que además tenía que pagar diez euros por bucear entre las babas que inundan su apestoso nido pachanguero, le miré, me di la vuelta tragándome el “vete a tomar por culo” que me hubiese proporcionado el habla de Dani Martín y me largué a casa haciendo lo que a Manuel le gusta llamar "despedida a la francesa”.

Hasta que llegué a la Gran Vía y me fijé en un travesti que debía de querer ser Marta Sánchez no fui capaz de borrar el "vamos no me jodas" de mi mente.