sábado, 24 de octubre de 2009

Ayer me pasó una cosa un tanto curiosa en la Feria de la Cerveza y lo raro es que no tuvo nada que ver con la cerveza.

Estaba yo esperando a que mi parienta saliese del baño cuando en una barra desierta de gente me pareció ver a una excompañera de colegio de la que no guardaba mal recuerdo en absoluto. El caso es que después de mirarnos fijamente durante unos segundos decidí acercarme a la barra para ver si la camarera era ella porque todavía no he ido a revisarme la vista y además aquella zona de espera olía un poco a pis.

Una vez me encontraba a dos metros comprobé que era mi excompañera, así que cuando estaba pensando en saludarla, la tía se giró ciento ochenta grados con cierto descaro y me premió con su espalda como queriendo que no me diese cuenta de que estaba allí. Cuando oí su voz estuve seguro de que era ella y además, el camarero al que estaba hablando me miró y sonrió porque debió de tener el detalle de decirle algo así como "uys, a ése le conozco, iba a mi colegio y no tengo ganas de que me diga hola porque lo mismo le tengo que escupir"...

Supongo que simplemente la muchacha pertenece a la lista de personajillos que cuando se hicieron universitarios trataron de crear un "nuevo yo" y todo lo que les recuerda al antiguo les repele. Otra opción no excluyente es que piense que soy un payaso. Al margen de todo, reconozco que muchas veces no le apetece a uno saludar, pero también hay que saber hacerlo para disimular o montártelo mejor, porque si no, como dice mi colega el Pitu, quedas como un lamentable.