domingo, 6 de septiembre de 2009

Cómo empezar mal un día

La última vez que miré el reloj antes de dormirme creo que eran las 6:45, así que cuando suena el despertador lo apago sin pensármelo dos veces.

Abro el ojo y son las 14:07. Doy un salto mortal que ni David Summers para hacerse unos huevos fritos pero paso de volteretas porque el examen es a las 15:00 y tardo una hora en llegar a la facultad. Como mi reloj va diez minutos adelantado considero que tengo margen para no salir corriendo en calzoncillos, así que me visto y calzo lo más rápido que puedo.

Tengo dos asignaturas para septiembre y no llegar al examen para una de ellas supone una cagada y pagar otra matrícula, con lo que estoy un poco nervioso. La sudada que me he cogido durmiendo es de campeonato y ayer no pasé por la ducha pese a oler a garito y sudor, con lo que noto que desprendo un aroma a cuadra considerable. Además, el haber babado desproporcionadamente el cojín que aguanta mi cabeza durante la noche hace que mi cara entera huela a saliva reseca, una de mis fragancias favoritas para vomitar. Otro punto negativo es que tengo al perro asomando el hocico desde que he saltado de la cama y acabo de asumir que voy a estar cagándome todo el examen, cosa que me hace una ilusión bárbara.

Tras emplear mi minuto de sobra en lavarme los dientes y la cara meto los apuntes en la mochila con la esperanza de poder estudiar en el autobús la materia que debía haberme empollado por la mañana. Pero al ir hacia la puerta en busca de las llaves me percato de que no tengo dinero para pagarme el autobús y lo de ir al cajero se me va de tiempo. Además, los malditos buseros no dan cambio de diez euros y el cajero no suelta menos que un billete rojo.

Mi hermano está trabajando y mi hermana se ha llevado el coche, así que la llamo para ver si tiene algo de dinero por casa. Me cuelga y noto como el perro se impacienta. Me vuelve a colgar y a la tercera coge el teléfono:

- ¿Qué te pasa?
- Oye, dime que tienes algo de dinero por casa porque llego tarde al examen y no tengo un puto duro para ir hasta Fuenlabrada.
- ¿Qué?
- Joder, pues eso, que si tienes algo suelto en casa.
- Marcos… ¿Te han puesto un examen en domingo?

(silencio y repaso mental del calendario)

- Mmmmmmm… no. Esto… los domingos nunca ponen exámenes pero ayer me dormí tarde y me he levantado algo sobresaltado…
- Pues acuéstate otro rato idiota. He dejado hechos macarrones…

Cuando cuelgo, mi hermano abre la puerta de su habitación y a la que se despereza me pregunta dónde fui ayer por la noche. Mi cara de trasnochado debe reflejar una actividad nocturna bastante movida, así que le contesto: “No, no salí. Vi el partido en casa”. Después, cierro la puerta de mi cuarto y me tumbo en la cama, pero no puedo volver a dormirme porque, entre otras cosas, me sigo cagando vivo.