viernes, 5 de marzo de 2010

Empalager

Reconozco que cuando voy en transporte público y no puedo escuchar música ni leer me es complicado ignorar algunas conversaciones ajenas. La última vez a destacar viajaba en Metrosur entre dos grupos de adolescentes. Los de la derecha eran cinco o seis, vestían todos de negro y discutían acerca del ganador de una hipotética pelea entre Chuck Norris y Bruce Lee. A la izquierda, una niña en la edad del pavo le contaba a su amiga que su profe de gimnasia era un poco viejuno pero que estaba bastante bueno.

Soy consciente de que no es de recibo ir grabando conversaciones ajenas, pero debido a que represento un modelo de conducta en cualquier ámbito social, creo que no pasa nada porque me exceda en algún otro mínimamente. Además, que después de llevar diez minutos sentado delante de una petarda así es imposible no darse la vuelta y tirarle el teléfono móvil por la ventana o grabar su voz para enseñarle a la gente que los miércoles a eso de las seis de la tarde empalagator coge el autobús interurbano 442 en dirección a Madrid.

Lo he escuchado unas cuantas veces y no sé a ciencia cierta si le habla a un hijo o a un novio subnormal. A pesar de los cortes, tampoco hay nada jugoso en la conversación pero todas las putas frases las terminaba diciendo cariño, mi vida o mi alma. Habla del tiempo, de los días de la semana y de una confabulación o algo así. Cada vez que se me sienta detrás, esta tía me pone bastante nervioso con sus coletillas pastelosas.

Siempre que acabamos el trayecto me doy la vuelta para ver su careto pero nunca lo consigo. Tengo el presentimiento de que el día menos pensado su voz me sorprenderá obligándome a llevarle un café.