lunes, 1 de marzo de 2010

Lunes de mierda en pretérito ficticio

Harto de no poder perder minutos de trabajo consumiendo cafés o cigarros en la puerta de la oficina como hace todo el mundo, había decidido renunciar al título de empleado de la semana visitando el primer bar de mierda que me encontrase por la zona. Las personas no adictas a este tipo de sustancias también tenemos derecho a ganarnos el sueldo a la española y después de que mi jefa me pillase buscando en Youtube “John Cobra comerrme la polla” había pensado que lo mejor era hacer el imbécil sin que la tía que me contrató se arrepintiese de haberlo hecho a los tres días de empezar a explotarme.

Pasado un rato estaba en la barra de un chigre lleno de humo con un batido de chocolate mirando a un viejo con pinta de ludópata al que parecían habérsele acabado las monedas para la tragaperras. Un chino le miraba al borde de una silla y me di cuenta de que se iba a tirar a por la máquina. Hacía pocos días que había visto un reportaje sobre como los asiáticos identifican los sonidos de las tragaperras cuando van a tocar y pensé que había que ser muy idiota para dejar pasar la oportunidad.

Cuando el viejo se fue al cajero tomé la delantera y con una gran maniobra me interpuse entre el chinorris y la máquina. El aparato estaba caliente, yo tenía el bolsillo lleno con toda la chatarra del fin de semana y empecé a soñar con no volver al trabajo. Sin embargo, sólo después de echar el primer euro me acordé de que no tengo ni zorra de jugar a las tragaperras, así que empecé a dar manotazos a todos los botones buscando que coincidiesen las cerezas, las sandías o la puta fruta que fuese. Eché todas las monedas que llevaba mientras el chino me observaba agonizar en mi propia ruina. Al final, me retiré cabizbajo y vi como el oriental, en vez de ir a la máquina como yo pensaba, se acercaba a la barra y pagaba su cuenta. Nada más irse el asiático, el viejo que había calentado la máquina traspasó la cortina de humo de la puerta a modo de Lluvia de Estrellas y siguió echando monedas. Allí no tocaba nada y volví a la barra para acabarme el batido. El hielo se había derretido y para llegar al chocolate tenía que beberme el medio vaso de agua mal mezclado que ahora tenía encima. Me revienta que le echen hielo al batido.

Estaba considerablemente cabreado pensando en que la situación se me había ido bastante de las manos. Para más inri, al acercarme al barman con la intención de pagar me di cuenta de que me había gastado todo el dinero en la maldita tragaperras. Cuando le dije al camarero que iba al cajero a sacar dinero me respondió que el chino ya había pagado mi bebida y se me debió de quedar una cara de gilipollas bastante reconocible. ¿Me había invitado por joderle la partida? Qué tío más elegante, joder.