martes, 30 de marzo de 2010

Qué jodido es ser hipermétrope en Vueling

Como todo el mundo sabe, a los catalanes siempre se les ha tachado de ser gente un tanto tacaña. Del mismo modo, cuando pienso en los políticos suele aparecerme en la mente la palabra ladrón. Por tanto, en el momento en el que un político de origen catalán decide dedicarse al mundo de las aerolíneas el resultado sólo puede ser la compañía aérea más rata con la que volarás en tu vida. Ellos prefieren autocalificarse como "Vueling, la primera aerolínea de nueva generación".

LAS TARIFAS: En primer lugar, he de decir que cobrar 35 euros por cambiar un billete es de ser sólo más hijos de puta que ladrones, algo muy propio de la mayoría de los políticos y también de las compañías aéreas. Sin embargo, de esto no puedo echarles la culpa y no me queda más remedio que aceptarlo como tarifa especial destinada a deficientes mentales que compramos billetes para días en los que nadie nos había dicho que no se trabajaba.

LOS ASIENTOS: Cuando en el viaje de ida me subí al avión el ambiente estaba ya bastante cargado. El olor a tigre que habían ido dejando los pasajeros de los vuelos previos durante todo el día permanecía en el aire del mismo modo que las migas del pasajero anterior en mi asiento. Una vez sentado, para quitarme la camisa sin repartir codazos cual central sevillano empecé a sentirme como un mago atado con una camisa de fuerza boca abajo en una urna de cristal llena de agua. Hacía gestos que se interrumpían chocando contra tela y cuando me deshice de ella el sofoco que llevaba era considerable. Yo soy un tipo pequeño y no me gustaría ver a alguien de 1,90 m. viajando con Vueling, aunque supongo que ya tendrán previsto algún suplemento por altura. Una vez despegados intenté entretenerme con una revista de esas que sólo traen publicidad y reportajes de ciudades a donde la comopañía vuela. El problema es que los hipermétropes no vemos muy bien de cerca y en Vueling lo máximo que puedes alejar una revista hasta chocar con el asiento de delante es de unos treinta o cuarenta centímetros, así que la lectura fue una actividad descartada desde el principio.

EL COMPAÑERO: Mi compañero de al lado era un bohemio con gafas de montura al aire, pelo polla y jersey de lana gorda capaz de acalorarte en una noche siberiana. El tipo sudaba como un pollo con olor a granja de pollos, se rascaba mucho la cabeza y mostraba una gran habilidad para meterse el dedo en la nariz ambidiestramente. Cuando se agachó para coger El País de debajo del asiento se golpeó en la frente con el perchero que tenía dos palmos por encima de su rodilla, salió rebotado contra la ventanilla y fue a parar al cabecero del asiento con los ojos muy abiertos, dos hostias monumentales y una rojez que parecía que iba a explotarle un ojo. Cuando le miré con la camisa echada por encima a modo de manta como hace mi abuela, el tío volvía a explorar sus fosas nasales con virulencia alternando para salpicarme con el ejército de pulgas que irritaba su cuero cabelludo. No entiendo muy bien lo del perchero ese que te ponen en el asiento de delante porque sólo podrías colgar unos calzoncillos de slip.



LAS AZAFATAS: Las azafatas son simpáticas excepto si llevas maleta porque lo más seguro es que aunque cumpla las medidas te la tiren a la bodega y a la llegada tengas que esperar por ella en la cinta. Esto supone perder una de las grandes ventajas del Low Cost, pero es que si tu equipaje cumple las medidas y llegas de los últimos lo más seguro es que como no cabe en los huecos para maletas, tengas que viajar con el equipaje en los piés como en un bus urbano. Por esto no pagas suplemento.

EMERGENCIAS: No acabo de entender muy bien por qué en un viaje Madrid-Barcelona las azafatas de una Low-Cost no se ahorran la parte del chaleco salvavidas. Al ir con la gasolina justa lo de pasarse de frenada es imposible y para aterrizar en agua con tu chaleco salvavidas deberías de tirarte a la altura de Zaragoza y rezar para aterrizar en el Ebro.

EL PILOTO: En los dos viajes que he hecho con Vueling el Comandante siempre se ha excusado al final del viaje con los motivos del retraso. A la vuelta fue mucho más breve que a la ida, cuando empezó a pensar en alto con el micro abierto: "Vamos tarde... a ver como lo explico... han atropellado a unos animales y están limpiando la pista...". Lo mejor fue oirle decir en inglés de andar por casa lo de "animal collision" mientras la gente se descojonaba.

En fin, que si no es porque ayer fui a ver Avatar en 3D ahora mismo diría que lo de Vueling ha sido la peor experiencia que he vivido en los últimos días. De todas formas, Barcelona está muy bonito en primavera con sus perroflautas, sus pakistanís y sus guiris tomando el sol en cualquir pared. Esta vez no he visto más que el barrio de Gracia, así que lo del Tibidabo lo dejo para la próxima, que iré casi seguro en Renfe.