miércoles, 18 de noviembre de 2009

Viena, Freud y Ernst Happel


Lo más extraño que me pasó en Viena sucedió a la media hora de bajarme del tren y Rex no llegó a tiempo para impedirlo.

Unas adolescentes mudas se regalaban hostias como panes en el vestíbulo del metro y el único ruido que generaban era el sonido de éstas. Hubo de todo, desde los clásicos tirones de pelo y patadas en la boca del estómago hasta empujones escaleras abajo. Debían acordarse de sus respectivas madres mediante gestos y traté de tomar buena nota porque lo primero que ha de aprender un extranjero al llegar a un país es la forma de insultar de sus habitantes. No había presenciado nunca hecho similar entre todas las peleas que he visto y grabado en mi vida, que son unas cuantas, así que estuve un buen ratico ahí delante viendo el percal a sabiendas de que no iba a tener muchas oportunidades de ver peleas de mudos si esto me pasa cada 23 años. La verdad es que me resultó muy enriquecedor el cambio de registro al estar acostumbrado a la típica bronca de gariteo con improperios de viva voz.

Tiempo después me he planteado que si tras estar sólo media hora en Viena presencié algo así, Sigmund Freud tuvo que ver un montón de peleas de discapacitados en su vida. Como no soy psicoanalista, no tengo ni idea de por qué esas chiquillas se calentaban el hocico, pero estoy seguro de que Sigmund pensaría que todos esos mudos estaban reprimidos, que lo que tenían que haber hecho era tirarse unos cuantos pedos delante de su jefe, meterse el dedo en el culo para liberar su sexualidad y así no expresarse violentamente. Olé los cojones de Freud.

Ernst Happel diría que le importa una mierda todo esto, pero que tenemos una Selección de puta madre que le ha dado un baño a Austria en el estadio que lleva su nombre.