martes, 24 de noviembre de 2009

Hostias


La última vez que un gitano rumano se cagó en mis muertos volvía a casa tras matricularme después de una eterna mañana de trámites y esperas absurdas en la universidad. Me habían cerrado la puerta del banco en las narices, no había podido entregar la solicitud de beca por falta de documentación y en las notas de la única asignatura de la que me había examinado en septiembre aparecía como no presentado. Había tenido que reprimir las ganas de asesinar a una funcionaria de secretaría y a otra del registro y mi estado físico aquel septiembre no era del todo bueno. Además, hacía un día que el coche me había dejado tirado en la A-6 y volvía a casa con prisa porque me hacía mucho pis. Fue entonces cuando aquel niño de acento extranjero me detuvo para pedirme un euro y rozó con su manopla mi bolsillo.

A las dos gitanas rumanas supuestamente sordomudas que hoy me pedían un autógrafo a la salida del metro tampoco les ha debido de sentar muy bien que al acercarse les haya dicho simplemente "quita" mientras llamaba por teléfono. Cuando he seguido caminando distorsionaban mi conversación con lo que creo que eran sus voces diciendo "na ma da la gana de quitarme, quítate tú jo puta!!" y algún insulto más que no recuerdo con tanta claridad porque no eran precisamente unas virtuosas ni de la lengua española ni del insulto. Al colgar ya no se las oía bramar, pero me he dado cuenta una vez más de que todas las gitanas rumanas tienen siempre el mismo tono de voz, ya sea para decir "probresita ninia" o simplemente para llamarte "jo puta". Seguramente es injusto que tras dos intensos días metido en un seminario oyendo lo que enriquece la inmigración a España me haya tenido que cruzar con estas dos perlas nada más salir del aula, pero así ha sido.

Sin embargo, contra todo pronóstico, cuando sospechaba que me iba a pasar el camino de vuelta a casa reflexionando sobre la mala relación que tengo con la gente que le pone profesión a mi madre, he visto una señal de esos genios del marketing capaces de cautivarme con su arte y que me ha cambiado el humor. Es más, no me sentía así desde que, ignorante de mí, creí que el letrero del tendero "espárragos cojonudos" era un piropo a su producto para vender más y no una clase de espárragos.

Ahí pasaba, elegante sobre cuatro ruedas con un calvo blancuzo en su interior: "Hostiauto, compra y venta de vehículos accidentados y averiados". Cuando ha desfilado delante de mí ha hecho que por mirar haya perdido el autobús, pero eso de www.hostiauto.com me ha parecido tan cojonudo como los espárragos. Una empresa creada por gente que gusta de llamar a las cosas por su nombre, creada casualmente por ciudadanos del este, de esos que no se lo piensan dos veces a la hora de calificar a las cosas, ya sea con "Hostiauto" o con "jo puta".

Al final he llegado a casa súper enriquecido.